Noche de nostalgia, pero de esas que atraviesan muchas generaciones. El regreso de Phil Collins a los escenarios es más que una buena noticia y aún más si nos visita después de haber superado las dos décadas de ausencia. Hoy, el campo argentino de polo, repleto de 50000 almas, queda chico.

A primera vista, THE PRETENDERS no parece ser la mejor opción para oficializar como acto apertura. Históricamente parados en la vereda opuesta de lo que representa Phil Collins, Chrissie Hynde y los suyos tienen un nombre muy importante en la historia del rock and roll como para hacer de “acto soporte” ante un público que le es ajeno. Pero los tiempos cambian y la industria, la nostalgia y el marketing pueden englobar todo lo que haya salido de los 80’s en la misma bolsa.

Como hace 40 años, Hynde sigue imponiendo sus reglas y hasta parece disfrutar las vueltas de la vida que hoy la pone abriéndole al hombre que representaba todo contra lo que ellos luchaban al principio de sus carreras, para un publico pudiente, ese al que no le hablaban.

Como si fuese un show propio, la banda se adueña del escenario. Hubo alguna canción nueva para no descansar en los laureles (“Alone”), hits que hasta el señor de sweater en los hombros conoce (“Don´t get me wrong”, “Brass in pocket”) y gemas escondidas para los fans dispersos (“Mystery achievment”, “Thumbelina”). Sin temor a la distorsión la banda cierra con “Middle of the road”. Un gran show que pedía a gritos otro escenario.

Muchas veces con artistas históricos que siguen saliendo de gira nos viene a la mente la pregunta; ¿Por qué lo hacen? Cuando vemos a Phil Collins entrando al escenario, bordeando los 70, caminando con un bastón, sordo de un oído, para realizar un show sentado todo el tiempo, la única respuesta posible es: porque lo necesitan.

Como cuenta en su biografía, cuando el inglés quiso poner un fin a su carrera, sucumbió al alcoholismo, por lo que tuvo que cambiar una adicción por otra; el escenario. Seguramente el hecho de contar con su hijo, Nicholas, encargándose de la batería habrá ayudado como incentivo para largarse de vuelta a la ruta.

Con una banda impecable como podríamos esperar, el comienzo con una balada como “Against all odds” resulta raro, sensación que se repite con “Another day in paradise”, obviamente hits indiscutibles, pero debatibles para abrir un concierto. A partir del tercer tema, “I missed again” empieza otro show, más enfocado en la parte pop y funk del artista que de las baladas que le dieron fama y fortuna.

A pesar de lo avejentado que se lo ve a Phil, más cuando tenemos en cuenta que días antes David Byrne, de la misma edad, parecía el opuesto extremo, su humor no ha cambiado y vocalmente hace un más que buen trabajo. Incluso a pesar de estar confinado a una silla, puede dar un espectáculo humorístico en “Easy lover” con la complicidad de una de sus coristas.

Para alguien al que las canciones le salen tan fáciles como respirar, podemos decir que todo el show fue una sucesión de hit tras otro. Podrán criticarle muchas cosas a Phil, pero su habilidad de crear hits con calidad y variedad no la puede objetar nadie. Desde los días con GENESIS y aquel “Invisible touch” hasta explosiones pop con “Something happened on the way to heaven”. Por cada balada con la que Fm Aspen nos ha saturado, podemos perdonarlo por momentos como “In the ir tonight” o “Take me home”.

Phil Collins quiere asegurarse que sepamos que no está muerto aún y que todavía está dispuesto a dar pelea. En la primera noche fría del año, Phil nos dio un poco de calor.

Facundo Llano