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La Unión Hace La Fuerza: HELLOWEEN le entregó sus siete llaves a Buenos Aires #Crónica

La historia de HELLOWEEN con Argentina es muy rica, se remonta a más de veinte años y relaciona a varias provincias del país, no solo a Buenos Aires: de esta manera los alemanes se han convertido en auténticos locales. Del mismo modo, en la nación  existe un fanatismo descomunal por el Power Metal, entonces, se produce lo que en inglés se suele llamar como un match made in heaven. Entonces, imaginen el tipo de reacción efusiva, ansiosa e irrefrenable que se produjo cuando se anunció que la legendaria banda alemana reuniría a sus miembros originales para una gira, la “Pumpkins United World Tour”, que tendría cita en el Estadio Luna Park.

Y el tan esperado momento llegó apenas se cumplieron las 21:00 hs: Kai Hansen (guitarra y voces), Michael Weikath (guitarra líder), Sascha Gerstner (guitarra rítmica), Michael Kiske (voz), Markus Grosskopf (bajo) Andi Deris (voz) y Dani Löble (batería) abrieron la velada con “Halloween”, ese clásico único, con tanta nostalgia y fuerza de Keeper Of The Seven Keys Pt. 1 (1987) que, con su ejecución y tal cual la canción lo sugiere, hizo “que haya magia en el aire”. También era atrayente ver la puesta en escena que celebraba la producción de una gira tan ambiciosa, con restos de calabazas de cotillón, una pantalla en el fondo que servía a modo de ilustración de lo que acontecía sobre las tablas, y también disposiciones del recinto que le dieron un plus a la performance, como una pasarela al frente de la tarima – que no es algo que esté siempre en el Luna Park – y las pantallas al costado que reflejaban el show con una nítida definición.

Pasaron las canciones que dentro del imaginario metalero se han consolidado como obligatorias, tal es el caso de “Dr. Stein”, “I’m Alive” o “If I Could Fly”, donde resultó realmente shockeante ver al campo del estadio saltando y coreando al unísono, algo que por supuesto ocurre en los conciertos, solo que aquí el lugar se encontraba repleto, entonces que cada uno de los individuos muestren su energía contenida de tal manera podía emocionar hasta a los corazones más fríos. Esto se reflejó en los rostros del grupo musical, aunque el que más lo demostraba era Deris, más allá de saberse que ese tipo de gestos por parte del músico es doble, ya que él claramente suele montar un show en sí, pero al mismo tiempo se mostraba alimentado por el aliento del público. Mientras tanto, las canciones fueron intercaladas por unos dibujos animados, Seth & Doc, que en distintos sketches daban pistas de la próxima pieza que vendría en el setlist.

Desde el lado derecho, lugar desde el que pude apreciar el show, el sonido tardó en acomodarse, ya que al principio la abundancia de instrumentos hacía que la mezcla general perdiera nitidez, algo lógico con siete personas en escena que deben ser correctamente ecualizadas. Para los treinta minutos de concierto todo se normalizó, se podían apreciar los instrumentos claramente, demostrando también el profesionalismo general de HELLOWEEN ya que cada recinto es un nuevo desafío, y hay conjuntos que fallan miserablemente ante este tipo de cuestiones.

Es notable el tipo de fórmula que configuraron Kiske, Deris y Hansen si de voces se trata: cada uno se apoyó mutuamente aunque, por supuesto, quien concentró todas las miradas por su impecable labor fue el primero de esta lista, uno de los tonos inconfundibles dentro del Heavy Metal. Y también tuvo su show particular, más sereno, con curiosas miradas hacia el público, pero siempre con oficio, una clara muestra de experiencia. Pero los vocalistas alternaron según la ocasión, rotaron respecto a quién se encargaría de llevar la voz líder según dicte la canción.

La banda también era consciente del momento histórico que estaban llevando a cabo, por eso realizaron un diálogo con el pasado explícito cuando Löble efectuó su solo de batería con un virtual duelo junto a Ingo Schwichtenberg, baterista original de HELLOWEEN, que “participó” del concierto a través de un video pre-grabado donde también mostraba su talento tras los parches, cuestión que le valió el vitoreo general de los presentes.

¿Qué decir de Kai Hansen? El guitarrista no solo atrae miradas con su experiencia sobre el escenario, sino que mezcla virtuosismo técnico con destreza vocal, pero claramente el peso histórico que tiene su presencia dentro de la reunión de los alemanes es lo que más llama la atención, es la victoria de la emoción sobre la razón, una imagen muy ansiada y finalmente concretada. Claramente, su momento especial dentro del show fue el popurrí con “Starlight/Ride the Sky/Judas/Heavy Metal (Is the Law)”, donde rememoró su época dentro del grupo y se cargó la situación en sus hombros poniéndole guitarra y voz. Por supuesto, es destacale la excelente labor de Weikath, discreto pero efectivo, que tendría algo de contracara con Gerstner, ya que éste se muestra mucho más efusivo pero bajo ningún punto de vista esto deja de lado su labor técnica, también fundamental para que la máquina funcione. Esto llegó a un gran punto cuando se bajaron algunas revoluciones en “A Tale That Wasn’t Right”, un momento para relajarse y apreciar la destreza musical de HELLOWEEN.

El supuesto final del show se produjo con la segudilla “Sole Survivor”, “Power” y la enorme “How Many Tears”, pero aún había tiempo para más, algo que alguna gente pareció no notar ya que se retiró del recinto. Eran muy pocos, sí, pero no comprendo cómo ante una rutina sistemática de amagar a irse y volver para los bises, que todo artista hace, existan personas que crean que todo terminó. Esto se demostró totalmente errado cuando la banda salió con “Eagle Fly Free” y luego, sí, para darle rienda suelta a la épica “Keeper Of The Seven Keys”. Por supuesto, luego llegaría el momento de los hits “Future World” y “I Want Out”, esta última con un Kiske para enmarcar vocalmente que, junto a Andi Deris, dividieron el campo en dos: los que se encargarían de hacer los “oh, oh, oh” que seguirían la melodía de la canción, de un lado, y del otro quienes gritarían los coros. Un momento único acompañado de enormes globos con motivos de calabazas y un final con casi toneladas de papel picado que cayeron sobre el Luna Park: sin lugar a dudas, un final ostentoso, a todo derroche, para una situación histórica. Y así, después de haber saludado al público acercándose a la pasarela, la banda se retiró habiendo dejado tras de sí una noche para el recuerdo.

Entiendo que las reuniones sean polémicas, ya que siempre es difícil saber precisamente los móviles que llevan a los actores a tomar la decisión de reunirse luego de negarse a esto por mucho tiempo, pero me parece una discusión vacía ya que, a fin de cuentas, la música es un negocio, como tal implica una ganancia, y es lógicamente imposible que cualquier unión sea “por amor al arte”, siempre existirá un interés económico. Sin eso, sería inconcebible una gira mundial, ni siquiera una puesta en escena. Por eso, solo podemos limitarnos a disfrutar el show, la performance, ese momento distinto en el cual un artista trabaja y se divide de su vida cotidiana para ofrecer entretenimiento. HELLOWEEN reunió a sus miembros originales, la música que ejecutan está a la altura de las circunstancias y eso es lo que vale, la calidad musical, lo demás queda para la irresouble discusión de café. Festejemos que “las calabazas” están unidas en un escenario haciendo lo que aman y, conjuntamente, nosotros gozamos cada segundo de ello.

Facundo Guadagno
Redactor en Rocktambulos
Antropólogo social y cultural, escritor, escéptico y crítico
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Todas las fotos fueron tomadas por Ivan Pinto y son cortesía de MTS / Todos los derechos reservados

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