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De credos y destinos: CTM le brindó un sentido homenaje a ALMAFUERTE #Reseña

Desde el deceso de Ricardo Iorio, el 24 de octubre de 2023, la música pesada argentina sufrió un golpe del que, probablemente, jamás se recupere. Sin embargo, dado que la lírica del fallecido músico trasciende los lares musicales para llegar a ámbitos más profundos de reflexión, es comprensible que su legado sea intergeneracional y quede una suerte de antorcha vacante que, al parecer, así quedará. No obstante, en una disputa de legitimidad por saber quién es el indicado para el merecido homenaje. Así, la banda CTM, del eterno ladero de Iorio, Claudio «Tano» Marciello (guitarra), decidió celebrar el fin de año como lo hacía ALMAFUERTE: en el Microestadio Malvinas Argentinas. Repasemos lo sucedido.

Ya con el calor de las seis de la tarde se observaba la disposición que era moneda corriente cuando los años terminaban con ALMAFUERTE celebrando su existencia en el estadio ubicado en La Paternal: autos con canciones de la banda a todo volumen – a veces confundiendo temas entre sí -, vendedores de bebidas alcohólicas, comida, remeras, pero todo afuera y mucho antes del show: una auténtica previa. Pero la cita comenzaba a las ocho de la noche, o así se nos exigía, para un «video sorpresa». Y, efectivamente, fue más que sorpresivo, porque se trató de un video pregrabado con versiones acústicas que, estrictamente, no pertenecían a ALMAFUERTE, así que no tenían lugar en el setlist, pero, de alguna manera, eran obligadas. «Allá en Tilcara» de IORIO-FLAVIO, o «Desde el Oeste» de HERMÉTICA son vivos ejemplos de eso. El coro del público evocaba a una figuraba que ya no estaba en este plano, pero se la buscaba con angustia: una suerte de misa. Y el ritual recién comenzaba.

Mientras terminaba de sonar la introducción con «Para Todos Mis Compañeros», la banda subió al escenario y ejecutó una introducción que, súbitamente, se convirtió en «El Pibe Tigre», para la auténtica locura general, una especie de frenesí, que envolvió a todo el estadio. A eso se le pegó «Mano Brava» y «Del Entorno», auténticas delicias del repertorio almafuertero. Dado que la lista de temas no tuvo fisuras, es redundante mencionar que se tocaron tales y cuales canciones. Vale mencionar, sin embargo, momentos, escenas que hicieron de este show algo único. En primer lugar, el set acústico con «Zamba de Resurrección» cantada por el público fue un hito, pero «Mi Credo» constituyó algo especial. Mientras Marciello ejecutaba este himno, una voz espectral cubrió el recinto: se trataba de la grabación en vivo de Ricardo Iorio, aislada o en off, marcando uno de los momentos más emotivos de la noche. Esto era evidente en Marciello: dio vuelta su silla y tocó mirando el video de Iorio detrás de él. Convenía salir de ese nudo en la garganta, así que la banda dio una arremetida furiosa con «Pensando en Llegar».

Precisamente, el grupo sonó más que ajustado, nítido y «valvular», según Marciello, ya que hubo todo un equipo detrás para que no haya nada de esas «boludeces artificiales». Y esa potencia se notó. Su hija, Melina Marciello, pudo tocar sin problemas baterías en furiosas composiciones Thrash Metal o en condiciones más ligadas al Hard Rock. Leandro Radaelli tuvo a su bajo presente en la mezcla y se hizo cargo de las voces en varias canciones. Giuiliano Noe tuvo una más que destacada actuación porque, no solo fue la guitarra rítmica del Tano, sino que por momentos fue la líder y, además, se entrecruzaban en los solos reversionando los temas, como en «Caballo Negro», que fue ejecutada en versión eléctrica.

No podían faltar los invitados. David Balencia, hijo del fallecido baterista de ALMAFUERTE, Bin Valencia, se sumó al escenario y el Tano destacó que Bin falleció tocando junto a su banda, SIRIO: «murió a tempo», deslizó ingeniosamente. Pero los aplausos estallaron cuando el bajista de la banda desde el 2002, «Beto» Ceriotti, subió a la tarima. Verbalizar los recuerdos que trajo esa imagen escapan a las posibilidades humanas. Y así sonaron «Debes Saberlo» y «Patria al Hombro».

En algunos gestos se nota la calidad humana y por qué ALMAFUERTE dejó un legado. Ante un ladrón, Marciello se mostró furioso y declaró: «ese no es el público de ALMAFUERTE». Y eso lo molestó durante varias canciones. Después, devolvió gentilmente billeteras que volaban al escenario, o le deseaba una pronta recuperación a alguien sacado del recinto por el calor sofocante. Increíblemente, en un sincericidio, el Tano con total humildad señaló: «salimos quince minutos tarde para que entren todos los que estaban afuera». Uno en un millón.

Todos los instrumentales de ALMAFUERTE fueron tocados – menos la introducción con «Para Todos Mis Compañeros» -, no faltó ningún clásico – ¿quizás «Sentir Indiano» u «Hoy Es» para los más exigentes?, pero fueron más de tres horas de show. ¡Más de tres horas! Corte abrupto para llegar a los bises y reproducción de un video de Ricardo Iorio recitando «Piú Avanti», el poema de, precisamente, Pedro Bonifacio Palacios, conocido como Almafuerte.

Y llegó el final con las canciones que nos recordaban a las cosas «como eran antes»: «Almafuerte«, «Toro y Pampa» y «A Vos Amigo». Pero como treinta y nueve temas es un número incómodo, la banda agregó una más: «Sirva Otra Vuelta Pulpero». Despedida con la outro de «Adiós Yoli» y vuelta a la realidad: nada es lo que era, pero como el Tano definió acertadamente, esto ha cerrado un círculo. Allí va el homenaje a «lo mejor del Heavy nacional».

Facundo Guadagno
Redactor en Rocktambulos
Antropólogo. Politólogo. Escritor.
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©Todas las fotos fueron tomadas por Carlos Martínez para Rocktambulos.com / Todos los derechos reservados

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