Un ritual de 40 años: MAYHEM celebró su aniversario en Buenos Aires #ReseñaReseñasShows (Así Fue) por Facundo Guadagno - 07/12/202510/12/2025 La noche del 2 de diciembre en Groove —recinto ubicado en la Ciudad de Buenos Aires— comenzó de una forma que pocas bandas pueden justificar. La ocasión lo marcaba todo: MAYHEM celebrando 40 años de carrera, cuatro décadas que cambiaron para siempre la forma de entender el metal extremo. Y desde el minuto uno quedó claro que este no sería un show más, sino un inmersivo ritual.A las 19:00, sin soportes, el lugar quedó envuelto en un DJ set cuidadosamente curado. Sonó Neptune Towers, el proyecto dark-ambient de Fenriz (DARKTHRONE), con dos elecciones quirúrgicas: “First Communion. Mode: Direct” y “To Cold Void Desolation”. Drones fríos, repetitivos, de resonancia cósmica, que transformaron a Groove en un espacio presurizado. La gente entraba, escuchaba unos segundos y automáticamente bajaba la voz. Era la primera capa de la ceremonia. Después, una seguidilla de imágenes recorrió los años 1984 a 2024. Sin artificio, sin glamour, sin maquillaje. Fotos desgastadas, cambios de formación, fragmentos de caos y reconstrucción. No era nostalgia: era un recordatorio desnudo, crudo, de dónde viene MAYHEM.Cuando esa línea temporal terminó, comenzó un aviso sonoro: un pulso oscuro que crecía, cada vez más abrumador, como si presionara desde los cuatro costados. A las 21:00, ese sonido llegó a su techo, las luces cayeron y “Malum” emergió desde la oscuridad. El «cayeron» es literal porque pocas veces las luces llegaron a ser constantes y gozar de brillo: desde ya, esto no fue en detrimento de la performance. El sonido fue perfecto toda la noche: claro, devastador y… tridimensional por no abusar de la palabra «inmersivo». De hecho, esa es la razón de ser del efecto sonoro del Black Metal y aquí se logró con creces.El primer bloque —“Malum”, “Bad Blood”, “MILAB”, “Psywar”— desplegó el costado moderno de la banda, iluminado con los colores de Esoteric Warfare (2014): púrpuras fríos, azules eléctricos, una estética clínica y paranoide. Attila apareció como un médium más que como un vocalista. Su manejo vocal fue extraordinario: moduló agudos y graves con una naturalidad que parecía anatómicamente imposible, sin esfuerzo visible, sin tensión. Cambiaba de registro como quien respira y en mis años de cronista pocas veces vi tal demostración de destreza. El clima se endureció con “Illuminate Eliminate”, “Chimera” y “My Death”, acompañados por rojos sucios y blancos violentos que remitían directamente a Chimera (2004). Nada era decorativo: cada luz era una extensión emocional del disco.“Crystalized Pain in Deconstruction” abrió un falso respiro, oscuro y amplio, antes de que “View from Nihil”, “Ancient Skin” y “Symbols of Bloodswords” apretaran nuevamente la estructura. A esa altura, el público ya reaccionaba como un organismo colectivo.La banda tocó como una máquina afilada. Teloch sostuvo los riffs con precisión milimétrica; Ghul aportó filo, textura y ataques laterales. Hellhammer golpeó con una limpieza brutal, sin un error ni una variación fuera de contexto – realmente, parecía una masterclass. Necrobutcher ofreció un bajo firme, profundo y perfectamente ubicado en la mezcla. Tocaron con seguridad absoluta, con frialdad quirúrgica. Y dentro de esa maquinaria, el tándem Hellhammer–Necrobutcher alcanzó un nivel que merece destacarse. Sonaron como una entidad autónoma. Hellhammer dictaba el lenguaje rítmico, Necrobutcher respondía con un bajo grueso y articulado, como si ambos compartieran un metrónomo interno. No acompañaban: marcaban el pulso vital del show y daban esa esencia de sonido Black Metal. Era un diálogo interno que definió la identidad sonora de toda la noche.Antes de De Mysteriis Dom Sathanas (1994), el escenario quedó en penumbra total y comenzaron a proyectarse imágenes de Dead y Euronymous. Un homenaje sobrio, crudo, respetuoso. No había dramatización ni efecto: era memoria pura. Eran fragmentos que recordaban la fibra más profunda de la banda. Con ese clima empezó “Freezing Moon”, con Attila avanzando con una vela encendida y un celeste fúnebre cubriendo la sala. Fue una escena litúrgica. “Life Eternal” continuó en ese estado suspendido, casi espiritual. Y entonces “De Mysteriis Dom Sathanas” cayó con un peso monumental. Las luces se tornaron violetas y negras, evocando la estética del álbum. El homenaje más íntimo llegó un poco después, antes de “Funeral Fog”, dedicado exclusivamente a Dead. Imágenes de él, sin filtros ni dramatización, atravesaron el recinto. Fue un momento emocional distinto: menos histórico, más visceral. Y ahí el público despertó en loas. Luego llegó el encore. Con “Silvester Anfang”, la mezcla del sonido cambió de forma abrupta: se volvió deliberadamente más cruda, más áspera, más fiel a 1987. El trío “Deathcrush”, “Chainsaw Gutsfuck” y “Necrolust” explotó con una violencia impecable.Y ahí aparecieron Messiah y Manheim, y la atmósfera se transformó, con los vocalistas y bateristas originales de aquel EP que cumple cuarenta y cinco años. La performance de ambos fue superlativa, en particular la de Manheim. No fue un gesto simbólico: fue una demostración de destreza pura. Manheim golpeó con un estilo que no existe fuera de esa época: acentos impredecibles, crudeza quirúrgica, un tempo que se siente más que se escucha. Messiah entró con una presencia salvaje, desprolija en el mejor sentido, totalmente fiel a la esencia original.“Pure Fucking Armageddon” cerró la noche con la violencia mínima necesaria. Breve, feroz, definitiva. Lo que ocurrió en Groove no fue un recital. Fue un ritual cuidadosamente construido: la inducción cuasi astral del DJ set, la línea temporal de 40 años, las luces por disco, los homenajes, el sonido impecable, el encore más crudo que MAYHEM que un fan podía esperar. Una noche memorable, sin puntos bajos y que quedará como referencia ineludible del Black Metal por estas latitudes.Facundo GuadagnoRedactor en RocktambulosAntropólogo. Politólogo. Escritor.©Todas las fotos fueron tomadas por @xfeedee y son propiedad de Noiseground / Todos los derechos pertenecen a su autor