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Dos noches, dos historias: GUNS N ROSES volvió a triunfar en Buenos Aires #Reseña

En un mundo donde lo normal es que las cosas sean cada vez más breves y las interacciones sean mayormente virtuales, ver conciertos presenciales, con músicos tocando en vivo, de tres horas de duración debería ser el mayor acto de rebeldía. Es común que dudemos de ver una película cuando sabemos que es larga y ni hablar de leer algo que luce extenso (como esto). Asimismo, siempre hay quejas por la duración de los shows largos; de hecho, actualmente la mayoría de las bandas jóvenes de rock no tocan más de una hora y veinte minutos. Entonces, ¿por qué una banda liderada por tres sexagenarios aguanta tocando tres horas? Pues, porque pueden. ¿Qué fan podría quejarse? Yo no. Así que, en honor a esa extensa doble jornada que —una vez más— nos entregaron los GUNS N’ ROSES en Buenos Aires, esta reseña también será larga, porque definitivamente hay mucho para decir de este regreso de “la banda más peligrosa del mundo”.

A dos años de su última visita, el pasado 17 y 18 de octubre, GUNS N’ ROSES volvió a pisar suelo argentino para reencontrarse con sus fans más efusivos, en esta ocasión por primera vez en el estadio Ducó, la casa de Huracán. Una vez más, Axl, Slash, Duff y compañía demostraron por qué su nombre sigue ocupando un lugar privilegiado en la historia del rock.

El viernes 17, contra todo pronóstico, la banda que construyó una fama de salir siempre tarde a tocar apareció antes de la hora. ¡Sí, así como leen! Aún faltaban diez minutos para las 21:00 —hora en la que estaba anunciado el inicio— cuando se apagaron las luces y sonaron los primeros acordes de “Welcome To The Jungle”. ¡El estadio explotó! La banda solía usar el tema como arranque de sus shows en los 90, pero dejaron de hacerlo hace veinte años. Para quienes solo habían visto a la banda en esta nueva era (desde 2016), fue un sueño hecho realidad escuchar esos rasgueos de guitarra que dan inicio al tema y descargar toda esa euforia inicial al ritmo de la canción. Lo que ocurrió, con el campo saltando en pleno durante casi toda la canción, fue el mejor recibimiento posible y los videos ya dan la vuelta al mundo.

A diferencia de lo ocurrido en la primera jornada, la fecha del sábado 18 comenzó con varios minutos de retraso y durante el primer tema Axl protagonizó una escena que ahora es noticia en los medios de todo el planeta: arrojó su micrófono contra el escenario, enfurecido por problemas técnicos.

Mientras interpretaban “Welcome to the Jungle”, Rose pareció tener problemas con su monitoreo (sonido de retorno), lo cual lo mantuvo incómodo durante todo el tema y haciendo señas al costado, hacia el ingeniero de monitores. En los clips que ahora se han viralizado se puede ver que conforme se acerca el final del tema, el cantante comienza a arrancarse los in-ear con molestia, para finalmente arrojar el micrófono contra las escaleras del centro del escenario. Claramente irritado, Rose se retiró de tarima unos segundos mientras solucionaban el asunto pero, a diferencia de lo que han hecho creer por allí los amantes del “click bait”, no fue nada grave y el show continuó con total normalidad, e incluso se le vio muy contento el resto del concierto.

Le siguieron en lista “Mr. Brownstone” y “Bad Obsession” (que no sonaba en Argentina desde 1992), con un Axl luciendo bastante bien vocalmente y hasta allí llegó la similitud entre sets. A partir del cuarto tema los listados cambiaron en el orden de canciones y en algunas inclusiones/exclusiones que hicieron de ambas fechas una noche especial. “Buenas noches Buenos Aires, es un placer verlos nuevamente, gracias por venir”, dijo Axl en su primera interacción con el público esa primera noche, y realmente se le notaba complacido, sobre todo después de ver la marea humana que ocasionó ese arranque del concierto.

Sí, dije que Axl lució bastante bien vocalmente, incluso en el difícil “Welcome to the Jungle” donde su voz aguda ya no es la misma y acá es donde muchos detractores dirán que miento. Desde su reencuentro en 2016, el grupo no ha dejado de girar por el mundo, con shows extensos y multitudinarios, y desde esa primera gira de reunión las críticas contra la voz de Axl no han parado, sin embargo, a casi diez años de ese retorno, la banda sigue llenando estadios con gente que sale con ganas de volver y ese es un mensaje que al parecer muchos siguen sin interpretar correctamente. Para nosotros como críticos (y también para muchos fans) es fácil creer que “todos se equivocan» cuando eligen escuchar cosas que no nos gustan o que consideramos de poco valor artístico, pero una de las cosas que demuestran el valor de algo —además de la cantidad de gente que lo apoya— es su capacidad para mantenerse en el tiempo, y sobre todo la emoción que genera en los otros, pero ahondaremos en eso más adelante, por ahora volvamos al show.

La lista: Cambios en el orden, distintos temas y joyas nunca antes tocadas

El setlist, cuidadosamente renovado y cambiante noche tras noche, ofreció un equilibrio entre la nostalgia y la reinvención. Aunque no hay nuevo material en estudio, la banda incluyó algunos de sus más recientes lanzamientos —“Absurd” y “Hard Skool”— y sorprendió el viernes tocando por primera vez en Latinoamérica “Human Being”, la versión de NEW YORK DOLLS que grabaron en el álbum The Spaghetti Incident en el ‘93, además de tocar «Pretty Tied Up» por primera vez en Argentina y rendirle homenaje a Ozzy con una poderosa versión de “Sabbath Bloody Sabbath” de BLACK SABBATH, ambas noches.

Los grandes momentos que desataron la euforia del público llegaron, como era de esperar, con los clásicos como el ya mencionado “Welcome to the Jungle”, pero también con “You Could Be Mine”, “Live and Let Die”, “Rocket Queen”, “Civil War” (con su habitual homenaje a Jimi Hendrix) y “Nightrain”, entre otros. En ellos, Slash se erige como el motor indiscutible del grupo: su poderosa ejecución, carisma y solos interminables mantienen la tensión viva durante las tres horas que dura el concierto, que por momentos se torna puramente instrumental, como cuando Axl le cede el centro al guitarrista para que, más que un solo, improvise un pasaje bluesero que sirvió de puente perfecto hacia “Sweet Child O’ Mine” en la primera noche.

El toque distintivo de Slash convierte cada canción en una experiencia única, incluso cuando alguna nota se escapa o entra a destiempo. Esa imperfección orgánica, que también es común en Axl, Duff y en cualquier artista del mundo, es lo que vuelve mágico el sonido en vivo y nos hace apreciar más cuando tocan a la perfección, porque estamos tan acostumbrados a escuchar a los músicos hacer su trabajo tan bien (sobre todo en grabaciones) que damos por sentado que lo que están haciendo en tarima es algo fácil y cotidiano, pero no es así. No se trata de tapar el sol con un dedo, ni negar que a veces se equivocan, mucho menos romantizar el hecho de que Axl sufre para llegar a sus notas agudas y hay momentos en los que suena mal, pero viendo el vaso medio lleno, eso tiene su lado positivo: nos demuestra que están realmente allí, tocando 100% en vivo, que no hay pistas de ayuda ni auto-tune sino puro esfuerzo y actitud.

Esa autenticidad se mantuvo a lo largo de toda la velada, sobre todo en “Double Talkin’ Jive”, donde Slash fue pura energía junto a Duff y Richard Fortus, en una suerte de jam que condensó la esencia más áspera y virtuosa del hard rock clásico, pero también en “Rocket Queen”, uno de los temas que más le cuesta cantar a Axl pero donde más actitud imprime sobre el escenario. Allí el gran Richard Fortus tuvo su momento y desplegó un largo solo de guitarra que fue creciendo desde la sutileza hasta el frenesí técnico, demostrando que si mantiene un bajo perfil no es por falta de talento. Slash retomó luego el protagonismo usando su talk box para prolongar la improvisación, transformando el tema en un extenso interludio instrumental donde la banda entera se lució mientras Axl se retiraba del escenario a descansar.

Musicalmente hablando, hay que mencionar a la gran novedad de esta visita: el talentoso Isaac Carpenter, nuevo baterista del grupo, que lució impecable detrás de los tambores y con mucha energía y precisión hizo vibrar a todo el estadio con cada golpe. El viernes apareció en la batería usando una camiseta de la selección argentina, en un claro gesto de conexión con los fans argentinos que desde el primer día le dieron una gran bienvenida y lo hicieron sentir como un Gunner de toda la vida.

Uno de los momentos más particulares del show llegó con “Knockin’ on Heaven’s Door”, convertida en una versión extendida llena de improvisaciones. Durante la parte final, cuando Axl juega con el público y los hace cantar el coro, las guitarras se permitieron improvisar con nuevos colores, introduciendo pasajes de aire reggae y secciones instrumentales que hicieron del tema una experiencia más libre, con vida propia.

Las baladas, como siempre, marcaron los pasajes más emotivos: “Sweet Child O’ Mine”, “Estranged” y “Don’t Cry” (que solo sonó en la primera fecha) fueron coreadas a todo pulmón, con miles de linternas encendidas, creando esas postales que ya son parte del ADN de GUNS N’ ROSES. “November Rain” merece una mención aparte: es uno de los momentos más esperados de la noche y, a diferencia de años anteriores, Slash tomó posición en la parte más elevada de la tarima, detrás de la batería, desde el inicio y no solo para el cierre. Desde allí ejecutó la primera mitad del tema, entregando esos icónicos solos cargados de sentimiento antes de descender al frente del escenario para la épica parte final. ¿Recuerdan lo que les dije antes acerca del valor que tienen las cosas según la emoción que generan en los otros? Bueno, ese contraste entre la grandilocuencia del piano de Axl y la melancolía del solo de Slash mientras nos recuerdan que “todo el mundo necesita a alguien” volvió a generar esa atmósfera emotiva que siempre eriza la piel, recordando por qué esta balada sigue siendo uno de los puntos más altos del repertorio de GUNS N’ ROSES y dejando claro el por qué, como banda, están lejos de retirarse, como muchos críticos detractores les sugieren.

Por cierto, hablando de críticos, para nadie es un secreto que Axl nunca se llevó bien con la prensa, dedicándoles incluso aquella canción “Get In The Ring”, así que para esta gira denominada —muy apropiadamente— “Porque lo que quieres y lo que obtienes son dos cosas completamente diferentes”, el grupo decidió prohibirle a los medios de comunicación cubrir de manera gráfica (foto/video) sus presentaciones, algo que algunos medios tomaron de la peor manera, decidiendo no hacer ningún tipo de cobertura de la banda en protesta. No hubo una explicación del motivo, pero esa medida podría venir como consecuencia de algunas malas reseñas que tuvo el grupo en los años recientes, y no solo por la capacidad vocal de Axl (un debate que nunca termina), sino por la imagen del grupo, las letras de sus canciones y la generación cultural que representan, un tema que mejor comentamos otro día porque da para muchas líneas más, así que volvamos al show.

El sonido general de la noche fue sólido y contundente, aunque no exento de altibajos. La batería, en particular, tuvo momentos de irregularidad: el bombo desapareció algunas veces, al igual que la voz de Axl, mientras que la guitarra de Slash lucía por momentos muy alta en la mezcla. Aun así, el volumen fue alto, nítido y sin ecos molestos. Las guitarras y los teclados se mantuvieron firmes al frente, mientras el bajo retumbaba con claridad y potencia. Fue interesante esa sensación de equilibrio sonoro entre las dos estrellas principales: salvo las pequeñas irregularidades mencionadas, la guitarra de Slash se escuchaba con la misma fuerza que la voz de Axl, como si ambos compartieran un mismo protagonismo horizontal, sin jerarquías en la mezcla.

El tramo final de la primera noche incluyó una secuencia de rarezas y homenajes: la banda versionó “Wichita Lineman” de Jimmy Webb, con Slash tocando una lap steel guitar, antes de rescatar “Street of Dreams”, una joya poco frecuente del Chinese Democracy que solo había aparecido tres veces en vivo en lo que va del año. Luego, el ya mencionado cover de “Human Being” cerró un bloque más introspectivo, donde el público se notó distraído y apagado, probablemente por no conocer los temas, contrario a lo que ocurrió en la segunda noche, donde la recta final estuvo cargada de clásicos como “Coma” y “Patience” que no sonaron el viernes. Aunque por distintos caminos, en ambas veladas la banda estaba preparando el terreno que los llevaría a un mismo destino: “Nightrain”, que desató nuevamente el pogo y la euforia colectiva.

El cierre, como dicta la tradición, llegó con “Paradise City”. Sin grandes artificios visuales ni pirotecnia, la canción fue una celebración puramente musical. La multitud saltó, gritó y celebró con lo poco que les quedaba de energía mientras la banda entregaba su último cartucho. Tres horas habían pasado cuando Axl Rose, Slash, Duff McKagan, Richard Fortus, Dizzy Reed, Melissa Reese e Isaac Carpenter se despidieron entre reverencias y regalos al público. No hubo encore, aunque las voces pidiendo más resonaron durante varios minutos.

La lista final del viernes contó con 27 canciones —dos menos que el sábado— y eso nos hizo pensar que algún tema se cayó del setlist a último momento. Posteriormente, el mismísimo Duff confirmó en sus redes que estuvo sufriendo una laringitis y por ese motivo no cantó ninguna canción en la primera fecha, confirmando nuestras teorías de que recortaron el show a última hora. Por suerte, se mejoró rápido y el sábado sí pudimos disfrutar del cover de “New Rose” de THE DAMNED con Duff en las voces. Tal vez podrían haber reemplazado esa canción por otra el viernes, pero después de semejante despliegue, luego de ver a tres leyendas de más de sesenta años dejando todo sobre el escenario, no hay lugar para reclamos. Fue, una vez más, una noche que reafirmó por qué GUNS N’ ROSES sigue siendo sinónimo de grandeza.

Como nota de color, la banda nos visitó acompañada esta vez por el legendario fotógrafo Ross Halfin, quien no solo estuvo capturando momentos durante ambos shows de GUNS N ROSES en Buenos Aires sino que realizó una sesión de fotos con Slash y Fortus en el cementerio de Recoleta, lugar que el mismo fotógrafo definió como uno de sus lugares favoritos en el planeta. Las fotos ya están disponibles en las redes del talentoso artista, y también las podrán ver al final de esta reseña.

En resumen, podemos decir que la banda volvió a triunfar en Argentina, a pesar de las críticas que recibe Axl a diario en redes sociales por su nueva voz y que en la previa siempre generan esa sensación de “fracaso anticipado”. Vimos a un vocalista muy afinado y con una voz que durante las notas graves y medias fue impecable. Ciertamente sus falsetes son debatibles y por momentos no se entiende lo que canta, pero si a sus fans les gusta, ¿entonces cuál es el problema? Son muchos los artistas famosos cuyo estilo no me gusta, y no por eso podría decir que sus fans se equivocan al amarlo. El verdadero problema de quienes no aceptan al nuevo Axl es la expectativa: se le sigue exigiendo que suene como en su juventud, como cuando fue considerado una de las mejores voces del mundo. Esa toxicidad del todo o nada es lo que hace que algunos le pidan que se retire por no poder cantar igual que antes. Creo que en el fondo, tanta campaña de desprestigio es beneficiosa porque hace que vayamos al show esperando lo peor y salimos gratamente sorprendidos de lo bien que suena todavía el legendario Axl, de hecho, algunos lo encontraron mucho mejor que en visitas anteriores.

Si GUNS N’ ROSES fuera una banda nueva y no cargara con el peso de su propio pasado, probablemente más de uno aceptaría sin conflicto la forma en que Axl canta hoy. El problema, claro, es que ya conocemos la versión anterior de Axl… y cuando uno ha probado lo mejor, es comprensible que no quiera volver atrás. Por suerte la mayoría sabe con qué se va a encontrar y no acude a los shows dispuesto a hacer esa odiosa comparación entre las dos versiones de Axl, sobre todo la juventud que nunca los pudo ver antes. Para muchos esta fue la primera vez viendo en vivo a la banda; para otros, fue un reencuentro con la música que marcó sus vidas. Se puede ser el más crítico, pero basta con estar ahí, frente a ese poderoso muro de sonido y energía, para recordar que el rock no se trata de perfección, sino de pasión y actitud. Ese 17 y 18 de octubre en Buenos Aires, GUNS N’ ROSES demostró que sigue siendo una de las agrupaciones más cautivantes e influyentes del rock. Y aunque el tiempo haya pasado, su fuego —ese que encendieron en los ’80— aún arde con intensidad.

Frank Hernández
Director en Rocktambulos
Escucho más de lo que veo y escribo más de lo que leo.
Periodista musical. Radio Host. Escribí en Billboard, Rockaxis y más. Fundador de Rocktambulos
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© Las fotos de portada son propiedad de Ross Halfin / Todos los derechos pertenecen a su autor

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