El sábado 17 de junio la banda de Death Metal, NILE, dio un show en El Teatrito, recinto de la Ciudad de Buenos Aires. La apertura contó con los locales GLAUCOMA, MANIFIESTO, y EXTERMINIO. Esta introducción, poco descriptiva, pero eficiente, es la ilustración fidedigna de lo ocurrido en la pesada jornada – por el estilo, claro -. Repasemos.
GLAUCOMA tuvo una actitud demoledora, parecía el concierto que definía algo para ellos, pero sufrieron de un mal, denominador común para cada banda – menos NILE – que fue un acople que no era muy beneficioso para los oídos. El asunto mejoró en MANIFIESTO, pero esta vez el acople iba y venía en el bajo y la voz, mientras que para EXTERMINIO, lastimosamente, no se escuchó la voz. Desde el público se oía “maten al sonidista”. No hay mucho más que agregar ante tal situación Es destacable la actitud de cada banda en el escenario más allá de las adversidades.
Luego de una prueba de sonido minuciosa, casi obsesiva, se abrió el telón, y Brian Kingsland (guitarra y voz) parecía mirar desafiante al público, sin intención, claro, pero el clamor fue “Carlos, Carlos” por el histórico Karl Sanders (guitarra líder), y de repente “Sacrifice Unto Sebek” derrumbó al recinto. Una notable mejora auditiva, y una precisión admirable, hipnótica, de cómo el grupo se desplegaba en escena. Entiendo que suena contradictorio si sostengo que la banda era, prácticamente, inmóvil, pero, simplemente, ver y escuchar al baterista George Kollias, o girar la cabeza para ver a Kingsland, Sanders o lo que ocurriera en ese festival de destrezas era, sencillamente, increíble. Ni hablar al momento del hit – entiéndase, por favor, en términos relativos – “Kafir!”, donde el pogo fue brutal, pero con cierto sentido de comunidad: abrazos y golpes. Seguían los clamores de “maten al sonidista”, pero esta vez, sin sentido alguno. A lo sumo, y esto ya es demasiada precisión, la batería de Kollias estaba en un volumen demasiado alto, pero nada más que eso.
Si bien la presencia de Sanders en escena no es, digamos, “impactante”, su oficio le gana a sus carencias. Pero lo que Kingsland logra con su destreza y firmeza es la combinación perfecta. Tampoco había demasiada interacción con el público más allá de las siguientes preguntas: “¿cómo están?”, “¿la están pasando bien?”. Bueno, quizás con la excelencia que venía desde el escenario las palabras sobraban. Lo único malo, y esta es una apreciación subjetiva ya que probablemente sea la intención del grupo, las luces eran bastante oscuras. “Annihilation of The Wicked”, punto altísimo del show nos hizo dar cuenta que, sin notarlo, nos acercábamos al final del mismo. ¡Pero qué final! “Black Seeds of Vengeance” nos hizo apreciar esa técnica que, de alguna manera, no queríamos que terminara. Aunque, finalmente, sucedió.
Con la misma velocidad que el show de NILE empezó, también terminó. Gracias y adiós. Sin mucho más. De alguna manera, eso es preferible antes que la falsa demagogia de pronunciar algo como “el mejor público del mundo”, o “esperábamos ansiosamente venir aquí”. No, llegaron, tocaron y se fueron. Y el concierto fue excelente. Sin reproches. Personalmente, sí espero ansiosamente su regreso, ojalá no tarden demasiado en volver.
Todas las fotos fueron tomadas por Carlos Martinez para rocktambulos.com / Todos los derechos reservados