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El fin de SLAYER: Reflexiones sobre una despedida que dice mucho más que adiós

Reflexionar sobre el final de SLAYER es, de manera análoga, hacerlo sobre el del Heavy Metal o, al menos, de alguna de las formas en la que lo conocemos. La respuesta es sencilla: el Metal nació reivindicando a la juventud como forma de vida, en consecuencia, el paso del tiempo configura una de sus aniquilaciones. Mientras tanto, la renovación se hace desear, es un vacío absoluto y carente de referencia que altera y obliga a recordar, o tomar del repertorio pasado. SLAYER terminó sus días dignamente, entrando así al arcón de los recuerdos identitarios, sin fragmentaciones, que el Heavy Metal necesita.

Idas y venidas, seriedad y patetismo, fallecimientos y reencarnaciones: la historia de SLAYER se escribió de una manera regular, saludablemente predecible, hasta que en el año 2013 Dave Lombardo (ex baterista) se fue del grupo en pésimos términos, acompañado con la muerte de Jeff Hanneman (ex guitarrista). Sumado a esto, las performances de la banda caían en picada, adoptando el tan temible “piloto automático”. Era la hora de la “farándula”. Pero fue en 2015 con Repentless cuando los aires cambiaron, como si el cuarteto se hubiese rejuvenecido. Sin embargo, el inevitable paso del tiempo terminó de desgastar a Tom Araya (voz y bajo), anunciando su gira final.

Cabe reflexionar, sin embargo, si la despedida es apropiada. El hartazgo de Araya podía vislumbrarse en su forma de encarar los shows desde que abandonó el headbang por motivos de salud, aunque para él fuera “otra forma de disfrutarlo”, los años, las idas y muertes, terminaron de cansarlo. Para el año 2015, la rutina que le proporcionó la industria lo desencantó por completo. Kerry King (guitarrista) no mostró signos de desgaste, así que optó, simplemente, por tomar otros rumbos musicales. Cuando las dos partes que hacen y deshacen no muestran signos de armonía, y esto se traduce en cansancio después de más de 30 años, entonces es el momento de tomarse un descanso o decir adiós. SLAYER optó por la segunda opción.

El final de la banda se anuncia como una crisis, algo que los fans no quieren creer. Sin embargo, esto es contradictorio, porque desde la partida de Hannemann y Lombardo, los seguidores veían casi “impuro” al grupo. Por ende, si su núcleo se siente agotado, cabe hacer una ponderación: Repentless fue un buen álbum, y los conciertos habían elevado el nivel. Si a todo esto se le añade un trasfondo de hartazgo, un burnout, no hay más alternativas que llamarse a silencio, antes de caer en los destinos de los “cuatro grandes del Thrash”: repetición rockstar de METALLICA, decadencia sonora de MEGADETH – obligados a bajar la afinación en vivo, deformando a sus canciones -, o en la dolorosa intrascendencia de ANTHRAX. Omito deliberadamente a otros grupos debido a que no se convirtieron en instituciones a seguir para la mayoría del público.

No hay nada más que hacer. Eso fue lo que transmitió Araya cada vez que terminó un concierto de la banda: solo se paró frente a la audiencia y la miró, desde diferentes ángulos, siendo consciente que ahí estaba la obra de su vida. El cantante fue el creador de algo que lo superó como persona, y al haberlo trascendido, se convirtió en el significante para una cantidad innumerable de metaleros que sueñan con alcanzar la gloria o, al menos, darle algo distinto a su cotidianidad. Eso es lo relevante, de lo contrario, el análisis se centraría en nimiedades, cuando el foco debería ponerse en el legado.

En plena crisis identitaria, donde en el Metal solo hay fragmentaciones y ausencia de certezas, SLAYER dijo adiós siendo consistentes con sus reflexiones sobre la situación que viven. Ahí va una parte fundamental para comprender al fenómeno social de la “música pesada”, con un legado magnífico, donde las referencias son inequívocas. Una decisión noble tomada en el momento correcto. De cualquier manera, pocos músicos resisten a las sombras o el ostracismo, así que no debería sorprendernos si en un par de años la gira que reúna a estos muchachos, incluso con Dave Lombardo, se vuelve realidad. No sería descabellado ahorrar para eso: el silencio o la intrascendencia pueden ser letales para los músicos exitosos.

Facundo Guadagno
Redactor en Rocktambulos
Antropólogo social y cultural, escritor, escéptico y crítico
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