Buenos Aires fue, por casualidad, el lugar que vio por última vez a los miembros fundadores de GUNS N’ ROSES juntos sobre una tarima. Fue aquel 16 y 17 de Julio del año 1993 cuando la banda cerró una pequeña gira que, a diferencia de la ambiciosa “Use Your Illusion World Tour”, realizada justo antes, sólo incluyó 19 países, siendo Argentina el único lugar de Sudamérica considerado en ese tour. Axl, Slash, Duff, Gilby, Dizzy y Matt tocaron a casa llena en el Monumental de River, viernes y sábado, para cerrar la gira “Skin N Bones Tour”. Nadie imaginó que luego de aquella fecha ocurrirían las irreparables discusiones entre Axl y Slash, dejando la posibilidad de reconciliación tan lejana como en otra vida.
“Not In This Lifetime” era la respuesta que solía dar Axl a todos los periodistas y fans que le hacían la incómoda pregunta: ¿cuándo te vas a volver a juntar con Slash? Pero el tiempo pasa, la gente crece, madura y, en la mayoría de los casos, perdona. La intervención de Duff McKagan, quien mantuvo su amistad con ambos personajes independientemente de que entre sí no se comunicaran, fue esencial para que esta reunión ocurriera. No es secreto que durante todo este tiempo han existido diferencias entre Axl y todos los demás integrantes, razón por la que ni Izzy ni Sorum forman parte de la reunión, pero Duff fue quien insistió para que las figuras principales reconsideraran la idea de volver a tocar juntos y así superar las diferencias del pasado. Sarcásticamente, y como quien se burla de sí mismo, el tour que están realizando los dos icónicos personajes, fue nombrado “Not In This Lifetime”.
Veintitrés años después, el estadio de River Plate, en Buenos Aires, se preparó para reeditar -viernes y sábado- aquel show del ’93, esta vez con otra generación de fans, con una industria musical muy distinta y, sobretodo, con más experiencia musical por parte de los integrantes, ya que cada uno siguió su carrera en solitario. El público llenó el Monumental para darle a sus ídolos la bienvenida de regreso y disfrutar lo que prometía ser una noche inolvidable, tanto para los fans como para la banda.
Y llegó el 4 de noviembre, día de la primera fecha anunciada para Buenos Aires. Los icónicos músicos venían de pasar por Rosario el 1/11, donde ofrecieron su primer show en territorio argentino. El calor primaveral fue protagonista ese viernes, y al habitual tráfico de “hora pico” que ocurre en una ciudad como Buenos Aires, se le sumó el hecho de que una de las líneas del subte dejó de funcionar, generando un poco más de caos en la superficie. Era justo la hora en la que muchos están saliendo del trabajo y, por ser fecha de cobro, había más actividad en la calle. Todo esto contribuyó a que llegar hasta Nuñez, al norte de la ciudad, se convirtiera en una labor muy complicada.
A las 21, hora anunciada para que comenzara el show, todavía habían ríos de gente bordeando el gigantesco estadio, tratando de ingresar. “La fila” avanzaba bastante rápido, demostrando que no era un tema de acceso, sino de lo complicado que se hizo para muchos llegar hasta el lugar a tiempo, siendo una constante ver gente correr por los alrededores del lugar, desesperados por ingresar antes que comenzara el show. La buena noticia fue que la banda no salió a las 21, de hecho, fue casi a las 22 cuando finalmente se apagaron las luces del Monumental y comenzó a sonar el himno de los Looney Toons. Eran las 21:45 exactas cuando arrancó oficialmente el show, con los músicos apareciendo uno a uno al ritmo de “It’s So Easy”. El sonido falló en el arranque, el audio iba y venía (tal vez un problema con la acústica del estadio), confundiéndose la música con la euforia de la gente. La voz de Axl, que para este tema se enfocaba en las notas graves, se escuchó con poco volumen y por momentos, mientras interpretaban “Mr. Brownstone”, desaparecía totalmente. Fue al finalizar la segunda canción cuando se dirigió por primera vez a la audiencia para pedir disculpas, ya que estaban teniendo algunos problemas técnicos.
Como era de esperar, el despliegue escenográfico para una gira como esta fue algo a destacar, y si bien las gigantescas pantallas y el colorido e imponente escenario ya prometían un show de primer nivel, en “Chinese Democracy” tuvimos la primera dosis de pirotecnia, cuando desde atrás de la tarima salieron fuegos artificiales de color rojo. Fue el primer tema donde realmente pudimos escuchar la voz de Axl en todo su esplendor. Antes de eso era solo un personaje que corría de un lado al otro (como en sus mejores tiempos), pero se escuchaban más los coros de Duff, Melissa Reese y el resto de la banda que el propio Rose.
El primer momento de locura llegó con el tema que seguiría, el cual fue reconocido por los presentes desde que Slash coqueteó con los primeros acordes. Estaba por comenzar “Welcome To The Jungle” y Axl hacía delirar a los fans con un agudo “You know where you are? You’re in the Jungle Baby”. El resto es historia, el clásico levantó a todos de sus asientos y puso a saltar al campo en pleno mientras Axl le agregaba “Argentina” a la línea del tema donde dice “quiero escucharte gritar”. La gente ya comenzaba a entrar en calor y se podían ver a las chicas subidas en hombros agitando remeras entre la multitud. Con “Double Talkin’ Jive” y “Better” le bajaron un poco el ánimo a la gente, tal vez por no ser temas tan conocidos, sin embargo, con el primero fue momento propicio para que Frank Ferrer (batería), Duff McKagan (bajo) y el gran Slash demostraran su virtuosismo y nivel musical, levantando aplausos de todos los presentes.
Y ahí estábamos, solo seis canciones habían pasado y llegaba el primer momento emotivo de la noche: “Estranged”, un tema que siempre mueve la fibra y en algunos fans puede provocar lágrimas. Sea como sea, es uno de esos clásicos que todos quieren escuchar y musicalmente todo un lujo. Poder escuchar a Slash haciendo los sentidos solos que adornan dicho tema y a Dizzy Reed tocando ese inconfundible piano, es algo que paga cualquier entrada y, de hecho, musicalmente el tema sonó impecable. Axl hizo muy bien el trabajo, aunque conforme avanzaba el concierto se fueron notando dificultades para alcanzar algunas notas agudas. De cualquier manera, su falsete permaneció y nada pudo quitarle la magia a esta obra maestra.
“Live And Let Die” volvió a poner al público en acción, algunos coreaban, otros saltaban, según la preferencia de cada quien. La dupla “Rocket Queen” y “You Could Be Mine” fue propicia para que muchos bailaran y algunas le arrojaran su ropa interior a Axl. Richard Fortus se encargó del solo en “Rocket Queen” y Slash se sumó con un segundo solo que le daba a Axl más tiempo de descanso. Y es que durante esta etapa del show se le notó cansado y un poco lejos de alcanzar sus mejores notas. El descanso se extendía cuando los músicos ejecutaban el intro de “You Can’t Put Your Arms Around A Memory” y Duff tomaba las riendas del show para hacer las voces en “Attitude”, el cover de Misfits con el que el legendario bajista nos recordaba sus influencias punk y mostraba sus virtudes como vocalista. Me atrevería a decir que, a estas alturas, su voz sonó mejor que la de Axl, pero vendría el desquite para el vocalista estrella.
La balada “This I Love” del disco Chinese Democracy, fue el momento elegido por Axl para mostrar sus dotes vocales y callarnos la boca a todos. El descanso le permitió regresar renovado y su voz volvió, haciendo de este un momento destacado de la noche a pesar de no ser el tema más popular. Le siguió una muy esperada: “Civil War”, aplaudida y coreada por todos, pero me sorprenderían con “Coma”, un tema no tan popular que han estado incluyendo en varios de sus últimos shows. “Coma” es un tema que hacia el final se vuelve bastante difícil en lo vocal, dado que requiere cantarse prácticamente sin respirar. Fue aquí donde se pudo notar el cansancio y dificultad de Axl para completar tan exigente estribillo. Slash, por el contrario, durante todo este tema no paró de demostrar que vive un momento insuperable y, acto seguido, interpretó el instrumental “Speak Softly Love”, tema de “El Padrino”, sirviendo ésta como introducción a otro clásico que levantaría a todo el estadio: “Sweet Child O’ Mine”. Imposible que no se te erice la piel escuchando a Slash ejecutar el solo que da inicio a este tema. Sin duda fue otro highlight de la noche, ya que volvimos a contar con un Axl dejándolo todo para tratar de alcanzar su capacidad vocal y haciendo sus tan famosos movimientos sobre la tarima.
La siempre sarcástica “Use To Love Her” fue el tema que precedió a uno de los momentos más inolvidables del show y de la gira. Axl, que prácticamente no se dirigió al público durante todo el recital, tomó el micrófono para presentar a “un viejo amigo que seguro todos conocen”. Se trataba del baterista Steven Adler, quien, a pesar de ya no formar parte de la banda, ha mostrado su interés por ser el cuarto miembro de la reunión. Steven apareció por primera vez hace algunos meses en un show de la banda en Las Vegas, desde entonces el reencuentro no había vuelto a ocurrir hasta este viernes 4 de noviembre. Buenos Aires siempre ha sido una plaza especial para GUNS N’ ROSES, sobretodo el estadio de River, y con la “sorpresa” de Steven Adler lo dejaron claro una vez más. Podemos sentirnos privilegiados por haber presenciado, aunque solo haya sido durante un tema, la reunión de cuatro de los miembros legendarios de GN’R, algo que no ha ocurrido en ningún otro lugar fuera de los Estados Unidos. “Out Ta Get Me” fue el tema con el que Adler reapareció frente a su público y aunque parecía que se quedaría por un rato más, se despidió rápidamente para dar paso a otro momento instrumental: Una versión de “Wish You Were Here”. Slash y Fortus interactuaron con sus guitarras para darle vida al clásico de Pink Floyd y luego se encargaron, junto a Axl en el piano, de versionar el outro de “Layla”.
Ver a Axl sentado en el piano de cola solo podía indicar algo: era el momento de “November Rain”, otro pico del show en el que miles de luces de celulares adornaron el estadio, y los que estaban en pareja aprovecharon para acercarse un poco más. El emotivo clásico hizo que todo River coreara con Axl mientras deliraba con cada solo de Slash, sobretodo en el final del tema, donde mientras el guitarrista se lucía a un lado del gran piano, detrás caía una lluvia de fuego que decoraba el romántico momento.
Tras un tercer cambio de ropa, Axl apareció para interpretar el clásico de Bob Dylan que la banda popularizó: “Knockin’ On Heaven’s Door”, tema en el que Axl interactuó un poco pidiéndole a los asistentes que le ayudaran con el coro. El final se acercaba y la bocina de “Nightrain” emocionaba a todos los asistentes, quienes no pararon de agitar desde el inicio y obligaron a la banda a detenerse en mitad del tema para pedir que dejaran respirar a los que estaban siendo aplastados al frente. “Apreciaría que por favor den un paso hacia atrás, hay personas aquí adelante que no pueden respirar” dijo un preocupado Axl que, a pesar de no haber conversado en todo el show, no dudó en pedirle a Slash que detuviera su solo de guitarra para hacer esa petición al público.
El encore no engañó a nadie, y tras un breve receso regresaron a la tarima para interpretar el imperecedero “Don’t Cry”, al que le precedió un Jam de “Babe I’m Gonna Leave You”, el tema de Led Zeppelin. Amor, abrazos, sonrisas y lágrimas, junto a las miles de luces de celulares grabando, adornaban la escena mientras sonaba una de las baladas más populares del rock. Si había un momento para ser románticos, era aquí. El show continuó y para sorpresa de muchos, la banda decidió interpretar un cover en lugar de un tema original. Se trataba de “The Seeker”, de The Who, con el que Axl se mostró muy desenvuelto y cómodo, incluso mejor vocalmente que con algunas canciones propias.
Para cerrar, no podía faltar el himno “Paradise City”, en el que además de fuegos artificiales, se dispararon papelillos por todo el estadio, dando por finalizada esta esperada fiesta de rock n roll. Como todo lo bueno, se pasó rápido, y al mirar el reloj ya eran las 00:25. Fueron 2 horas y 40 minutos de show, en el que el público -aunque en general se mostró bastante tranquilo- supo activarse en los momentos clave y reaccionar en las canciones emblemáticas. El resultado: Miles de rostros felices y almas satisfechas, incluso los más exigentes y críticos saben que, suenen o no como en sus mejores tiempos, siguen levantando a la audiencia y enamorando a las chicas, pero sobretodo, siguen siendo leyendas vivientes de la música que sacudió al mundo.
Muchas conclusiones pueden sacarse de este reencuentro de los GN’R originales, pero la más obvia es que Slash se pone la banda al hombro y aporta en todo momento, poniéndole su toque único a cada solo y haciéndonos sentir, durante todo el show, que estamos ante una de las mejores bandas de la historia del rock. Axl, por su lado, es Axl. Su imagen es una marca y así como sus movimientos y vestimenta siguen siendo el target de todas las miradas, también nos recordó que todavía puede cantar. Eso sí, a pesar de su buen desempeño en la mayoría de los temas, la voz de Axl fue una montaña rusa durante todo el show. No pondría en duda el hecho de que Rose es uno de los mejores vocalistas de la historia debido al amplio rango que abarca su registro vocal (siempre demostró que puede pasar de los tonos más graves que imagines hasta los agudos más ensordecedores), pero quedó en evidencia que su condición física no es la más óptima. Axl sabe que la gente paga para ver el show visual que significa GUNS N’ ROSES, y para complacer a sus fans se esfuerza en seguir corriendo de un extremo al otro, en un escenario de 100 metros de largo, sin notar que ya no es tan fácil hacer esto y cantar a la vez. De cualquier modo, lo importante es que quedó claro que la voz está, y esa siempre ha sido la preocupación más grande.
Finalmente ocurrió, y no estamos precisamente en otra vida. Axl hizo las paces con Slash y se dispusieron a darle a esos millones de fans que no pudieron verlos nunca en vivo, la oportunidad de vivir la experiencia de estar en un show de “la banda más peligrosa del mundo”, a la vez que le permitieron a sus antiguos fans volver a verlos juntos. No había nada que perder y mucho dinero qué ganar.
Más de veinte años pasaron desde que GUNS N ROSES se presentó por última vez con sus miembros originales sobre un escenario. Se dice fácil, pero es toda una vida, de hecho, algunos viven menos que eso. Una generación completa nació y creció resignada a la idea de que GUNS N ROSES fue algo que existió y que por haber “nacido tarde” ya no podrían conocer. Si bien siempre estuvo la opción de ver a Axl interpretando sus canciones junto al grupo de talentosos músicos que continuaban utilizando el nombre de la banda, los románticos sabemos que no es ni será nunca lo mismo.
La noche del 4 y 5 de noviembre, esa generación vio un sueño hecho realidad, tuvo la oportunidad de llorar escuchando su balada favorita, quedarse sin voz cantando los históricos clásicos o dejar toda la energía saltando al ritmo de los temas que los hicieron convertirse en fans. Claro, ya no en las mismas condiciones que sus padres lo hicieron, el mundo giró y la experiencia cambió, lejos quedó el peligro que significaba ir a un recital de GN’R en los 90’s, con la policía esperando afuera a los “violentos” fans de la banda y los asistentes arrojando objetos al escenario. Son otros tiempos, muchos asistieron acompañados de sus padres, otros acompañados de sus hijos, por eso no vale la pena comparar a la banda de hace veinte años con la de ahora. GUNS N’ ROSES demostró tener la vigencia necesaria para la época que vive, así como en los 90’s tuvo la vigencia que esa generación requería. Lo importante es que, aunque pasen los años y el mundo cambie, la música permanece intacta y el rock se disfruta igual: con el corazón. Cuando dejas entrar la música y la vives desde ahí, el entorno no importa, cierras los ojos, escuchas y viajas hasta ese universo donde ya no sabes si estamos en 2016 o en 1990.