No quedaban dudas del tamaño espectáculo que presenciaríamos cuando se anunció que llegaría a la Argentina, más precisamente al Teatro Gran Rex de la Capital Federal, MONDO CANE, el ambicioso proyecto donde Mike Patton reinterpreta clásicos de la música italiana de hace cincuenta y sesenta años. Algo que nació como una excentricidad, y para algunos lo sigue siendo, demuestra como una despiadada cachetada la incomprensión hacia el lenguaje que explora el artista: la búsqueda musical incansable a través de diversos estilos, buscando una recreación estética de una época perdida en el tiempo. Lo relevante no es la lírica, sino la instrumentación, la melodía, y el paisaje sonoro que configura.
La velada comenzó con la apertura de IL CAPITANO, un auténtico “hombre orquesta”, que le daba un toque experimental a su Rock a fuerza de loops, distorsiones y efectos varios, amenizando, de esa manera, el comienzo de una noche fantástica.
Se abrió el telón y comenzó “Il Cielo In Una Stanza”, ese himno de Mina, que Mike no solo recuperó de radios italianas, sino de Goodfellas (1990), una de sus películas favoritas. Los teclados de Enri Zavalloni conjugaban una atmósfera envolvente con la batería, cortesía de Scott Amendola, y la percusión de William Winant, mientras Mike y el coro lanzaban unos adulcorados “la, la, la”, una marca registrada del oriundo de Eureka, California. Llegaría el clímax con las cuerdas en el fraseo principal y, desde la primera canción de la noche, Patton se mostró como un crooner excelente, en el término literal de la palabra excelencia, como veremos.
“Che Notte!”, con disparos de Mike al aire incluidos, fue una lección de swing y, claramente, una aplicación de lo que Mike Patton aprendió con John Zorn: durante los momentos de “caos” podían escuchasrse influencias de Cobra, composición vanguardística de Zorn. Incluso estos arreglos que le dan otra entidad a las piezas podían observarse en “20 Km. al Giorno“, con variaciones en los teclados de Enri Zavalloni, o mismo en “Urlo Negro”, con coros y algo de improvisación vocal de Vincenzo Vasi (theremin), y mucha más presencia, nuevamente, de las teclas de Zavalloni.
La performance de Mike Patton podía observarse superior a la de siete años atrás – cuando tenía 43 años, mientras que ahora cuenta 50 en su haber -, mucho más dinámico, experimental sonoramente y, considerando su edad, manejando el constante vaivén de notas a la perfección. Cuando se le complicaba, simplemente “hablaba” un poco a la melodía, descansando unos insignificantes segundos, para luego llegar a notas altísimas.
Lo interesante de esta velada estuvo, también, en la labor pedagógica de Patton, ya que muchos de los que estábamos en el Teatro Gran Rex conocimos a EDOARDO VIANELLO (“Pine, Fucile ed Ochialli”), NICO FIDENCO (“Legatta Ad Un Granello Di Sabbia”) o ROBERTO MUROLLO (“Scalinatella”), entre muchísimos otros, gracias a Mike. En esta última, una sutil balada, no faltó el desaforado de turno que lanzó un alarido buscando atención, como suele suceder, algo que rápidamente fue reprobado por los presentes. De cualquier manera, esta versión fue mucho más sentida que en otras ocasiones, algo no menor, ya que el setlist es siempre el mismo, así que nuevos arreglos de cuerdas y una interpretación vocal mucho más comprometida, no son aspectos para dejar de lado.
“Holy shit”, exclamó el devenido crooner vestido con tiradores y boina, como un italiano de los años 50. “¿Cómo se dice holy shit en argentino, cabrón? ¡Mierda!”, se pregunta y autoresponde Patton, para luego lanzar un chicanismo: “putería”.
¿Qué hay del sonido? Claramente fue perfecto… ahora, conviene definir perfección. En primer lugar, MONDO CANE es la reinterpretación de Mike Patton, y enfatizo esto, sobre canciones pop que marcaron a Italia durante los años 50 y 60. Bien, pero el filtro es Patton, entonces inevitablemente a canciones risueñas e inocentes se le suma violencia, agresión, caos, una extraña sutileza, Ambient, Heavy Metal, Rock y Avant Garde. Si la perfección es conjugar a esos estilos, entonces fue lograda.
¿Dónde está el Ambient? Por nombrar algunos casos, “Oh Venezia” y “Canzone”, Heavy Metal – a medias – en “Urlo Negro”, Avant Garde en “Che Notte!, Rock en “Yeeeh!” y los arreglos de “Storia D’Amore” o todo junto en una composición. Ningún estilo o género está aplicado de manera literal, todo se encuentra en matices, o incluso, “lo más pesado” en los atronadores graves de los cuerpos percusivos de Amendola o Winant, de alto volumen, cuestión que le daba un sonido totalmente distinto al que puede tener el inocente Festival de San Remo.
“No venimos desde hace treinta años, puto”, bromeaba Mike, dominando al escenario con carisma, al punto de pedir un cigarrillo al público para interpretar la sensual “Una Sigaretta”. Por más que Patton deteste su condición, su versatilidad lo convierte en uno de los artistas más talentosos de la historia del Rock, al menos. Poco importa lo que el artista puede pensar, de hecho, a él mismo no le interesa reflexionar su carrera, como lo afirmó en una entrevista para Séptimo Vicio, allá por el 2013. Allí comentó que el pensamiento sobre su acción se lo deja a otros, y bien, por esa razón considero que, en tiempos de una reproductibilidad obscena del arte, superando a lo que Walter Benjamin evidenció en 1936, Mike nos enseña y nos transmite una exploración obsesiva por la música, una pasión por el arte.
Animándose a interpretar “Vuelvo al Sur”, de Astor Piazzolla, y terminando con “Sole Malato”, culminó el show de MONDO CANE. Vivimos una jornada pedagógica, de auténtico placer, en una cápsula sonora donde la estética musical triunfó. Eso es lo que Mike Patton buscó desde el comienzo de su carrera, y hoy lo logra con creces. En la era de la reproductibilidad técnica, un trabajo como el de Patton, obsesivo hasta el más mínimo detalle, que busque evocar una época que ya no existe, pasada por el filtro de la propia impronta del artista, es una rareza. Y por configurarse como tal, este evento es una brisa de aire fresco y uno de los actos en vivo más interesantes para ver por estos días.