Oscuridad liberadora: MOLCHAT DOMA volvió a hipnotizar Argentina #ReseñaDestacadaReseñasShows (Así Fue) por Frank Hernández - 15/11/202515/11/2025 Son muy pocas las bandas que, en menos de una década, han crecido como lo hizo MOLCHAT DOMA. La banda eslava se ha consolidado como una de las propuestas más singulares del panorama alternativo global. Originarios de Minsk, Bielorrusia, pero radicados hace poco en Estados Unidos, el trío formado en 2017 por Egor Shkutko, Roman Komogortsev y Pavel Kozlov encontró su identidad entre el post-punk soviético, el new wave y un sonido electrónico, gótico y minimalista marcado por sintetizadores fríos, líneas de bajo repetitivas y una voz grave casi monocorde que suena distante pero intensamente emocional.Lo que empezó como un fenómeno de culto terminó expandiéndose a nivel mundial gracias al boca a boca digital, sobre todo con la viralización de su tema “Sudno (Boris Ryzhyi)” que, a pesar de su letra sombría se convirtió en el soundtrack de miles de memes de Tik-Tok, y así fue como se volvió un símbolo para toda una generación en busca de melancolía bailable. Con discos como S krysh nashikh domov, Etazhi y Monument, el grupo consolidó su estética; y en 2024 publicaron Belaya Polosa, un álbum más refinado y melódico, donde la influencia del synthpop ochentoso se hace evidente.Con ese nuevo material como marco, MOLCHAT DOMA regresó a Buenos Aires para presentarse el 13 de noviembre en C Art Media, frente a un público que llenó el recinto desde temprano. Como era de esperarse, el negro dominó el ambiente: la ropa oscura, los maquillajes góticos y las miradas frías destacaban entre los atuendos veraniegos y looks intelectuales de los asistentes, creando una atmósfera que parecía anticipar una ceremonia industrial. La apertura estuvo a cargo de los rosarinos BELARUS, quienes a juzgar por su nombre y sonido parecían el soporte perfecto para la ocasión. El público los recibió con respeto y se fueron muy aplaudidos, dejando prendida esta gran fiesta post-punk.A las 21:15 hrs, cuando las luces se tornaron rojo intenso y la oscuridad se apropió del lugar, el trío apareció en tarima y comenzó a sonar «Kolesom», dando inicio oficialmente al show y -junto al enérgico «Ty Zhe Ne Znaesh Kto Ya«- convirtieron este inmenso galpón de Chacarita en un gigantesco boliche gótico. Con ese arranque, Buenos Aires recibió una descarga de tensión que mezclaba energía, ansiedad y una expectativa sostenida desde hacía meses, cuando se anunció el regreso de los bielorrusos. A falta de discursos, Egor Shkutko dejó que el cuerpo hablara. Con sus bailes serpenteantes, el agitar de su cabellera, los movimientos en trance y una voz profunda que nos recuerda al mítico Dave Gahan, fue el centro de todas las miradas durante la hora y cuarenta minutos que duró el show. A su lado, Roman Komogortsev alternaba guitarra y sintetizadores con una precisión quirúrgica, mientras Pavel Kozlov sostenía todo desde un bajo que parecía latir bajo los pies del recinto.En ese arranque también presenciamos un gracioso momento que ya es casi un clásico ritual argentino: un grupo de fans (seguramente metaleros) comenzó a corear “destrucción, destrucción”, ese chiste interno que sugiere pedirle una versión del himno de V8 a cualquier banda, aunque sea bielorrusa. Por supuesto, a eso se sumaron los “olé, olé, olé” y demás cánticos que terminaron de convertir la frialdad del darkwave en una fiesta porteña.Ya con “Doma Molchat” y “Ne Vdvoem”, la banda encontró su punto más hipnótico: luces mínimas, cuerpos oscilando, voces coreando melodías, probablemente sin entender el idioma pero al mismo tiempo entendiendo todo y sobre todo, sintiendo. Cuando sonaron temas como “Obrechen”, “Belaya Polosa” —la pieza que da nombre a su más reciente disco— y «Kletka», con su lenta intensidad, el clima se volvió aún más denso, mientras que durante “Volny”, “Discoteque” y “Na Dne”, por solo nombrar algunos, funcionaron como válvula de escape y desataron saltos, coros y un movimiento uniforme, casi tribal. Definitivamente, el público se dejó llevar. Egor habló poco o nada durante el show, pero cuando lo hizo, se tomó la molestia de decir “muchas gracias” en español. “Molchat Doma from Minsk” fue la forma en la que presentó al grupo en ese primer tramo del show y aprovechó de tomarse un momento para recordar el aniversario de Monument, publicado un 13 de noviembre de 2020. “Happy anniversary” dijo el vocalista, aclarando que “fue ayer” y es que claro, en Bielorrusia ya había pasado la medianoche y para él, era 14. Fue uno de los pocos momentos en que el vocalista salió de su silencio habitual.No importa si la banda estaba tocando temas lentos o rápidos, el recinto parecía una pista de baile fantasmal. Era interesante ver a miles de fans moviéndose con esa mezcla de trance y emoción contenida que suele provocar la banda. Los sintetizadores fríos y los pulsos mecánicos iban marcando un recorrido que atravesaba todas las etapas de la banda. Las referencias a JOY DIVISION, BAUHAUS y los rusos KINO aparecían como ecos naturales dentro de un paisaje donde la tristeza se convierte en ritmo. En las canciones de Belaya Polosa, el clima se expandía hacia un costado más melódico, sin perder la esencia oscura del proyecto.La parte final llegó con un espectacular juego de luces que le dio al show el toque espacial que definitivamente necesitábamos, muy acorde con los sonidos electrónicos de cada introducción y en concordancia con los bailes desenfrenados de Egor. Con “Kletka” y “Toska”, que en vivo suenan como un mismo latido, se terminó de desatar la locura en esta Baticueva, pero el clímax llegaría inmediatamente después, con “Tancevat” generando -como era inevitable- un estallido definitivo: todo el campo fundido en un baile colectivo y coreando a toda voz el estribillo de la canción, alentados por el propio Egor que dejó de cantar el segmento para darle el micrófono a sus fans. Parecía que todo terminaba, pero no podían irse sin tocar “Sudno (Boris Ryzhyi)”, el himno que une generaciones enteras. El público cantó cada sílaba, cada gesto, cada respiración. View this post on InstagramA post shared by Rocktambulos (@rocktambulos)Son himnos que invitan a bailar, a soltarse, a liberarse, incluso aunque no se entienda la letra, esa es la magia de la música. La banda no necesitó discursos, ni pantallas, ni escenografías. Su música fue suficiente para convertir la noche en una experiencia absorbente y al mismo tiempo dar un mensaje de liberación que más que entenderse con palabras, se siente en cada beat, se admira en cada baile, se respira en el ambiente cuando entiendes el contexto de donde viene la banda. MOLCHAT DOMA no es una agrupación muy expresiva con la palabra, ni arriba ni abajo del escenario, pero expresan con la música, el cuerpo y sus acciones lo suficiente para conectar con millones en todo el mundo. Incluso sin expresar públicamente sus posiciones políticas, hay gestos que hablan más fuerte que cualquier declaración y como suele decirse: “lo que está a la vista no necesita anteojos”. Emigrar y convertirse en parte de la diáspora, cruzar océanos para instalarse en Estados Unidos y borrar por completo a su propia Bielorrusia de las giras —donde no pisan un escenario desde 2021— revela una incomodidad profunda, casi una renuncia silenciosa a la sombra de la dictadura que domina su país. Y aun cuando eligieron la cautela en muchos frentes, no pudieron (ni quisieron) esquivar lo esencial: se manifestaron contra la guerra en Ucrania. En una tierra sometida por un régimen aliado de Rusia, no abrazar la narrativa oficial es más que una postura; es una sentencia. Como migrante venezolano, no puedo dejar de sentirme identificado de algún modo con estos muchachos.En fin, a las 22:53, tras un último “muchas gracias” dicho nuevamente en español, MOLCHAT DOMA abandonó el escenario del C Art Media entre saludos, y aunque el público argentino siguió pidiendo “una más, y no jodemos más”, las luces se encendieron y el ritual llegó oficialmente a su fin. Aparentemente hubo encore, pero yo no lo sentí, para mi fue una sola fiesta indetenible de principio a fin y la sensación final fue contundente: poco más de 90 minutos de oscuridad bailable, frialdad convertida en catarsis y comunión sin palabras.MOLCHAT DOMA volvió a Buenos Aires para demostrar por qué su influencia sigue creciendo: convierten la melancolía en movimiento, la depresión en baile y las ganas de ser libre en un puente común. Argentina, como siempre, tomó todo eso y lo hizo suyo, adoptando al grupo como si fueran locales y convirtiendo esta nueva visita en una verdadera celebración. Sin dudas, un regreso triunfal para los bielorrusos.Frank HernándezDirector en RocktambulosEscucho más de lo que veo y escribo más de lo que leo. Periodista musical. Radio Host. Escribí en Billboard, Rockaxis y más. Fundador de Rocktambulos©Todas las fotos fueron tomadas por Tono Lila para Rocktambulos / Todos los derechos reservados