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Reyes de otro planeta: KING CRIMSON volvió a Argentina 25 años después #Reseña

Si hay algo por lo que se ha caracterizado KING CRIMSON desde su formación, es por hacer que las cosas luzcan complicadas. Hace 50 años, mientras muchos triunfaban haciendo música simple, ellos optaron por lo difícil, sumergiéndose en tiempos 7/8 y vertiginosas escalas musicales que podían marear a algunos pero elevaban a otros, despertando las más fervientes pasiones en quienes a la postre se convertirían en sus fieles fans. Fue así como se ganaron el respeto de uno de los públicos más difíciles: los músicos.

Varias décadas después, nada de eso parece haber cambiado y la mejor muestra es la que tenemos ante nuestros ojos cuando acudimos a un recital del legendario septeto que dirige Robert Fripp. El 8 de octubre tuvimos el placer de acudir a uno, el primero de los dos recitales que la banda ofrecerá en Buenos Aires, donde KING CRIMSON celebra junto a sus fanáticos sudamericanos lo mejor de su repertorio, en el marco de su gira aniversario. Cabe destacar que la última vez que la banda estuvo en Argentina fue en 1994 y solo tres de aquellos integrantes regresan hoy: Fripp, Levin y Mastelotto.

De entrada, basta con mirar la disposición de los músicos en el escenario del Luna Park para recordar que a Fripp y compañía les gusta hacer las cosas de un modo diferente: Percusión adelante, melodías atrás. Pero eso no es todo, a KING CRIMSON le gusta hacerlo complicado –como dije antes-, es por eso que no basta con una batería, ni con dos, sino que el grupo tiene TRES bateristas que tocan simultáneamente y protagonizan el show al frente de la tarima. Pero claro, hasta ahora no he dicho nada que el fanático promedio no sepa, por lo tanto vayamos a lo importante: ¿qué pasó anoche durante el show?

Un amable mensaje de bienvenida –por escrito y en audio- se mezclaba con una antipática prohibición de parte de la banda: no estaba permitido tomar fotos ni filmar durante el show y quien así lo hiciera, sería invitado a abandonar el recinto. Por supuesto, estamos en el tercer mundo y un mensaje no es suficiente para impedir que algunos hagan su ley, por lo que más de uno se las arregló para sacar su teléfono y grabar de todos modos. Eso sí, un grupo de uniformados, por medio del uso de lásers, se dieron a la tarea de detectarlos, así que podemos estar seguros de que el personal de seguridad no se aburrió durante las tres horas que duró el espectáculo.

El trio de bateristas que conforman la primera línea nos dio la bienvenida con “The Hell Hounds of Krim”, un pequeño calentamiento que sirvió como muestra de lo que nos mostrarían estos tres monstruos durante la noche. A la izquierda podíamos ver al experimentado Pat Mastelotto, quien luce como el más tímido de los tres percusionistas, concentrado y esperando su momento. A la derecha, Gavin Harrison sonríe y sabe cómo lucirse llenando los temas con fills y redobles en contratiempo. El ex PORCUPINE TREE comparte los repiques más rápidos con el inmenso Jeremy Stacey, quien durante todo el show se alterna entre la batería y el piano. Es el miembro más reciente de la banda y no es casualidad que Fripp lo ubique en el centro y adelante del escenario, como el verdadero protagonista que es.

Es notable como Pastelotto, Stacey y Harrison, a pesar de que por momentos tocan exactamente lo mismo, no se pisan ni se estorban y por el contrario se complementan cada vez que el tema lo amerita. Virtuosismo puro y todavía no llegamos a la línea trasera de la banda, donde están sus figuras más prominentes.

El show se divide en dos sets, con 20 minutos de descanso entre ellos, sin embargo la selección de temas para el primero fue tal que nos hacía pensar: “si ya tocaron todo esto ¿qué van a tocar en la segunda parte?. Clásicos como “Cirkus”, “Red” y “Epitaph” sonaron seguidos en este primer set, para el delirio de los fanáticos. Luego, el instrumental “Drumsons” haría que Stacey volviera a la batería para acompañar a sus colegas tras haber pasado el resto del set en el piano, pero la emotiva “Moonchild” lo regresaría al piano. La poderosa “Larks’ Tongues in Aspic (Part IV)” le seguiría en el orden y al momento de prender las luces para el intermedio, nos tocó despertar del shock y darnos un par de pellizcos mientras nos preguntamos: “¿eso fue real?”.

Una vez pasado el break, los maestros vuelven a tomar posesión de sus instrumentos y, como si de un salón de clases se tratara, los alumnos corren a sentarse en sus lugares para no perderse ni un segundo. Al fondo del escenario, elevados en una sobre tarima, se vislumbran los encargados de darle melodía a esta orquesta de otro planeta. A la izquierda encontramos a Mel Collins, saxofonista que además ejecuta la flauta y el mellotrón, cuando es necesario.

Dada la naturaleza de las composiciones de KING CRIMSON que conforman el set list de esta gira, los instrumentos de viento-metal son protagonistas en muchos de los temas de la noche y Mel lo sabe, por eso entrega lo mejor de si y nos regala una ejecución sentida y magistral de cada nota. Su papel en la banda es casi tan principal como el de la voz, sobre todo en temas como “The Court of the Crimson King”, “Indiscipline” o “Starless”, los cuales, junto con la imponente “Level V”, sonaron de manera consecutiva demostrándonos que, en efecto, si se podía superar esa primera parte del show.

Al lado de Collins está el inconfundible Tony Levin, sin duda, una de las figuras más queridas dentro de la banda, no solo por su particular personalidad sino por su trabajo con otros proyectos y artistas. Además de ejecutar a la perfección cada nota y cada tema con su bajo, incluyendo un solo de contrabajo con arco, se ganó los aplausos del Luna Park siempre que le tocó brillar. A su lado está el guitarrista y vocalista Jakko Jakszyk, quien ha sabido llenar muy bien los zapatos de sus predecesores.

Jakko hace su debut en Argentina como heredero de las voces y su primer contacto formal con el micrófono llegó al momento de cantar “Suitable Grounds for the Blues”, recibiendo la ovación de todo el recinto. A partir de ahí el vocalista se adueñaría de nuestros corazones con cada interpretación, no solo porque ejecuta de manera impecable cada clásico sino que le otorga su toque personal a varios de los temas, como es el caso de “Indiscipline”, donde canta ciertas líneas con una melodía distinta a la versión original y cierra con “Me gusta” en lugar de “I like it”.

Si bien el fanático se acostumbra a la voz de un artista y luego se hace difícil asociar los viejos temas de una banda con una nueva voz, KING CRIMSON ha cambiado tanto de integrantes que es casi imposible que todas sus canciones suenen igual cuando son tocadas en vivo, sin embargo la actual alineación logra que los temas se asemejen mucho a cada álbum y aunque desde el 2003 no graban nuevos temas, la banda nos ha ofrecido desde el 2015 suficientes discos en vivo como para que conozcamos muy bien la voz de Jakszyk y por un momento olvidemos las comparaciones con leyendas como Greg Lake o Adrian Belew.

Siguiendo en el orden de presentación, llegamos finalmente al director de la orquesta: Robert Fripp, único miembro original remanente en la banda y encargado de la guitarra principal y teclados, entre otras cosas. Ubicado arriba y a la derecha, Fripp coordina desde allí todo lo que pasa en tarima y se mantiene de bajo perfil, dejando que el foco se pose sobre los demás integrantes, sobre todo Jeremy Stacey, quien durante todo el segundo set estuvo saltando del piano a la batería, no solo entre canciones sino también durante ellas. Fripp, se dedicó a abrazar su guitarra y tocar su mellotrón por tres horas seguidas.

La escenografía parece también un reflejo de Fripp, ya que en ningún momento busca ser el centro de la noche. Un fondo azul unicolor, sin logo, sin nombre, sin nada, se mezcla con las luces para ofrecer lo mínimo necesario ya que aquí es la música la protagonista. Eso sí, cerca del final, el escenario tomó protagonismo al tornarse completamente “carmesí” mientras la banda interpretaba “Starless”.

Como si del mismísimo infierno se tratara, los músicos quedaron cubiertos por una cortina de luz roja y la voz de Jakszyk, que gritaba “Bible Black”, retumbaba en las paredes del Luna Park ofreciéndonos el clímax de la noche, solo superado por el esperado mega clásico “21st Century Schizoid Man”, en el que el público se animó a cantar y levantarse de sus asientos dejándose llevar por la magia del rock y del Rey Carmesí.

Vale resaltar que la banda no utiliza sus micrófonos para otra cosa que no sea cantar/tocar, es decir, no hay saludos, presentaciones ni agradecimientos que puedan distraernos de lo que está pasando durante el show. Mediante gestos, los músicos se encargan de hacernos saber su gratitud y alegría por estar aquí, dejando que la música hable por ellos. Por su parte, su gente les demostró amor con gritos, aplausos y tímidos cánticos que finalmente explotaron al terminar el show, donde sí se pudo escuchar ese claro olé, olé, olé que durante el show intentó surgir pero no encontró cómplices.

Una multitud hipnotizada y a la vez hambrienta, pedía más, mientras todavía no podía creer la calidad de lo que acabábamos de ver. Faltaban solo minutos para la media noche y el público ovacionaba de pie a estos siete maestros de la música que durante casi tres horas nos hicieron viajar al más allá y volver. No debería sorprendernos ya que “sabíamos” con lo que nos íbamos a encontrar, pero como dice el dicho, no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar y el virtuosismo que despliega KING CRIMSON en tarima es tal, que no solamente es difícil de explicar con palabras sino que supera cualquier expectativa, incluso para quienes ya los han visto en vivo antes.

Este miércoles 9 de octubre repiten en Buenos Aires y desde ya nos preguntamos qué temas agregarán y cuales quitarán de esta selección tan perfecta que tuvimos el privilegio de escuchar. Por lo pronto, solo queda desearle larga vida al Rey. No se han ido y ya queremos que vuelvan pronto.

Frank Hernández
Director en Rocktambulos
Escucho más de lo que veo y escribo más de lo que leo.
Periodista musical. Radio Host. Colaborador en Billboard y Rockaxis. Fundador de Rocktambulos
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La foto de portada es propiedad de Marco López (vía Twitter @Marco__Lopez) / Todos los derechos pertenecen a su autor

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