Vivir para contarlo: RICHIE RAMONE volvió a Buenos Aires #Reseña

Entre la vorágine y el aluvión de artistas internacionales que hubo en los distintos puntos de la capital federal durante el fin de semana, hubo lugar para un evento canónico que cualquier fan acérrimo del cuarteto neoyorquino punk rock más amado del pais no podía esquivar. RICHIE RAMONE, quien entre el séquito ya ha ganado el mote de “El Ramone de la gente”, desembarcó en el país para presentarse por partida doble (el 24 y el 25 de noviembre) y también para una presentación en el Strummer Bar, basada en la publicación de su autobiografía. Allí estuvimos.

Corría el año 1983 y con RAMONES a punto de editar Subterranean Jungle, MARKY RAMONE es expulsado por su errático desempeño debido al consumo problemático de sustancias y, más puntualmente, de alcohol. Allí es donde se hace presente la figura de “Richard Beau”, quien realiza la gira de ese disco y termina adquiriendo su título de “Ramone” en el disco Too Tough To Die (1985). Su estancia dentro del grupo no solo trajo aparejado aires de renovación en el seno del grupo sino que acodado a su influencia en bandas de la escena Hardcore como CRO-MAGS, su intervención fue de vital importancia para sentar las bases de la implacable rapidez que caracterizaría las presentaciones del conjunto yanqui. Eso y que, bajo la insistencia del grupo para empujarlo a componer material, aportó “Somebody Put Something in my Drink”, tema que se convirtió en un clásico inoxidable del cancionero punk rock.

El viernes 24 de noviembre lo tuvimos a Ritchie por primera vez en el Centro Salamanca, ubicado en el barrio de Balvanera. Los soportes, Angelito Tu Abuela y The Razones, fueron quienes calentaron motores en un lugar que tímidamente iba recibiendo al público.

Con excusa de presentar su flamante tercer larga duración, Live To Tell (2023), el baterista, hoy devenido en cantor, dio inicio su set con tres temas en la batería para poder luego ocupar su lugar frente al micrófono y tener un contacto más cercano con el fan, según el mismo ha comentado en entrevistas.

Una hora y veinte minutos parecieron ser suficientes para tener un recorrido veloz por el catalogo Ramone, contando con temas de todas las épocas del grupo como “Howling at the Moon”, “Loudmouth” o “I Wanna Live”, entreverado con varios temas pertenecientes a su carrera solista, como “Who stole my wig” o “I Fix This”, entre muchos otros. Esta decisión valida su animosidad con respecto a convertirse en un artista que no solo hace covers. A comentario personal, quedé con las ganas de oír algunas joyas perdidas que, con la reincorporación de un MARKY RAMONE rehabilitado perdieron su lugar en el set de RAMONES. Esperemos que la suerte este de nuestro lado y que en alguna próxima visita del entrañable RICHIE estén nuevamente presentes sobre el escenario.

¿En cuanto al sonido? Si bien, con los actos soportes el sonido pecó de alto y poco definido, la banda principal supo sortear este inconveniente de manera ágil entre los primeros temas del set. RICHIE tuvo un inicio tibio con respecto a su voz pero revirtió rápidamente esto a lo largo del set. A sus 66 años tocar la batería y cantar es un acto loable y quizá esto sea lo que haya fatigado al músico. Pero, reitero, ese obstáculo fue sorteado y su interpretación fue ganando en fuerza y vuelo interpretativo. Luego del festivo final con “Cretin Hop” el artista se brindó de manera cordial con cada uno de los presentes para intercambiar alguna palabra, un autógrafo o una foto, haciendo de este evento algo memorable para todos los que asistieron a verlo.

Tomás Molina